Abad Faciolince, Hector. El olvido que seremos (Bogotá: Planeta, 2006). [English below]
El autor escribe un elogio apasionante a su padre en El olvido que seremos y una denuncia enérgica de sus asesinos, al mismo tiempo. También es una memoria de su infancia y su íntima relación con su padre, tierna evocación que además nos ofrece una mirada conmovedora a la “violencia” colombiana, tan larga y tan dolorosa.
Abad pinta a su padre como un educador totalmente entregado a tender una mano a sus prójimos y abrir las puertas a jóvenes estudiosos pero desprovistos. Nos habla de su devoción total por levantar los estándares de vida de la gente pobre. Y también nos cuenta como esta mentalidad se vuelve subversiva en un conservadurismo empedernido y salvajemente criminal, incluyendo al clero católico. Es asesinado. Irónicamente, el autor nos hace ver, además, que sus familiares pertenecen a esta corriente tradicional retrógrada como obispos, monseñores y monjes, y por ende el lector descubre a nivel personal el laberinto enredoso atrás de estas circunstancias.
A pesar de incluir varias páginas verborreadas que parecen ser productos de la emoción causada al recordar ciertos eventos, El olvido me ayudó a entender la tal llamada “violencia” colombiana. Por eso vale este libro. Creo que a los colombianos les faltó una revolución para deshacerse de un conservadurismo de corte colonial.
The author writes an enthralling eulogy to his father in El olvido que seremos (The Forgotten That We’ll Become) and an energetic condemnation of his murderers, at the same time. It is also a memory of his childhood and his intimate relationship with his father, a tender recall that also provides the reader a distressing look at Colombia’s long and painful “violence.”
Abad describes his father as a totally dedicated educator who reaches out to his community by opening doors to young but destitute scholars. He tells us of his father’s total devotion to raising the living standards of poor people, and how this world view became subversive to hardened and criminal conservatives, including the Catholic clergy. He’s assassinated. Ironically, the author’s family members belong to these retrograde institutions as bishops, monsignors and monks, so the reader can catch a glimpse of how intricate and complicated these situations can be up close.
Despite pages in which a verbal diarrhea seizes the author, no doubt triggered by the emotion that comes from remembering certain events, El olvido helped me understand Colombia’s infamous “violence.” That’s why this book is worth reading. I believe that Colombia missed having a revolution that might have shaken away its colonial conservatism.