Young Mexican voters will settle for a “blank slate” in their presidential elections, on voting day, July 1st, according to the article linked below.
As I wrote in my recent blog, (https://carlosbgil.wordpress.com/2018/05/26/the-2nd-mexican-presidential-debate-may-20-2018-a-few-impressions/ ), Mexican citizens in general are turning to an independent presidential candidate who has promised to clean up Mexico’s “swamp.”
Maria, a student quoted in the article, reflected this sentiment: “We have gone out to the streets to protest, to demand change and answers about the thousands of disappeared people, the violence, and nothing changes. It feels like we have no control left over our lives.”
Indeed, she and her fellow citizens seem to be fed up with their traditional politicians. Mexico has long been afflicted with government officials, elected or otherwise, who do little or nothing for their constituents and prefer to kick back and collect their fat checks when they’re not involved in corrupt deals of one kind or another.
The independent candidate is Andres Manuel Lopez Obrador, a 65-year-old politician, also known as AMLO (his initials), who relied on a simple, 2-point campaign slogan: 1) I will eliminate corruption along with the political mafia that enabled it, and 2) the corruption money will be used to pay for social programs.
AMLO has offered no details about how he’ll accomplish this.
And, Mexicans, young and old, appear to be so fed up with the status quo that they are reportedly intent on electing him, anyway, like saying, it’s better to start from scratch, from a blank slate. One person in the article below is reported as saying, I prefer to hold my nose for a while to see what happens.
Do you think a senior, independent politician, who has promised the world, will be able to do as he says? I have grave doubts. In any case, we’ll see.
Oddly, we, in the United States, find ourselves in the same situation. We elected an independent candidate who promised the world and we elected him blindly. Now, we are well into his first year running our country, internally and externally, and you can’t dispute the fact that it has been chaotic, puzzling, disheartening and downright frightening.
One major difference between AMLO and Donald Trump is that AMLO maybe an ambiguous populist who may lead Mexico into a series of crises but he is not the bruiser, racist thug that Trump is. God help us!
El Segundo Debate Presidencial Mexicano: impresiones de un méxico-americano
Por Carlos B. Gil
[Esta es una traducción adaptada de mi artículo blog en inglés, “The Second Mexican Presidential Debate, May 20th,2018”]
Más de 6 millones de usuarios de Facebook sintonizaron con el segundo debate presidencial mexicano, el que tuvo lugar en Tijuana, Baja California, la noche del domingo 20 de mayo de 2018.[1] Pude verlo en YouTube desde mi casa en Seattle y, dado mi interés en el país de mis antepasados, ganancia de toda una vida, comparto mis observaciones aquí.
Una advertencia
Aunque los estadounidenses representan mi público lector, en lo general, van a ver algunos mexicanos que se topen con este correo y a ellos ofrezco la siguiente advertencia:
Yo no respiro la atmósfera política de México, ni he sufrido pérdidas personales debido a las relaciones políticas mexicanas, y por lo tanto puedo ver la posibilidad de que para algunos lectores mexicanos mis comentarios aparezcan someros o carezcan de profundidad.
Pero sí estoy seguro de que mis opiniones van a caer lejos del duro sarcasmo que algunos mexicanos disparan contra su sistema político, y yo, por supuesto, no cuestiono eso. Conozco lo suficiente lo que ha sido la política en México, de ayer y de hoy, para decir que estos pesimistas seguramente tendrán sus razones. Hace treinta años, o más, al gobierno no aceptaba las críticas así nomas y algunos de estos cínicos seguramente tendrán un mal recuerdo de ese entonces. Pero yo creo que las cosas han cambiado bastante. De todos modos, yo, un mexicanoamericano que se ha dedicado al estudio de México durante muchos años y ha vivido en el país de sus ancestros en temporadas, ofrezco mis comentarios por lo que puedan valer.
Así es que reconozco que los mexicanos acuden a las urnas para votar por su próximo presidente el 1º de julio. También reconozco que ejercen este derecho, lo que también es una obligación, cada 6 años, y así, como nosotros en EE. UU., el año que corre, 2018, se perfila como un año electoral muy importante.
Acerca del INE
El debate fue organizado por el INE, que tiene la responsabilidad de organizar las elecciones federales en México. Considero que el INE representa un excelente ejemplo del progreso de México en su desarrollo político porque está certificado para funcionar independientemente del presidente, el congreso y los partidos políticos. Es más, el INE está programado a controlar los gastos electorales, todo el negocio electoral, incluyendo la publicidad, y como resultado, los magnates y otros individuos poderosos no deben de influir. He sabido que el INE ha levantado un montón de desafíos, ¡pero como no iba ser así!
¡Vaya si tuviéramos nosotros un INE en los Estados Unidos! Lo que nosotros gastamos en elecciones federales es algo descomunal y, yo diría, inmoral. Es más, el hecho de que hombres poderosos con montones de capital invierten para torcer elecciones a su favor representa la ruina de nuestra democracia y la investidura de una oligarquía.
En todo caso, el INE definió los temas de los debates de la siguiente manera: el primero (22 de abril) trató el papel del gobierno, la política, y los derechos humanos; el segundo (20 de mayo) puso a consideración asuntos exteriores, de comercio y de migración; y el tercero (12 de junio) analizará la pobreza, la desigualdad y la economía. Me perdí el primer debate.
Mis impresiones acerca del debate
Considero que el debate, de 2 horas, en Tijuana, avanzó muy bien. Fue organizado eficientemente y llevado a cabo por dos excelentes moderadores, Yuriria Sierra y León Krause. Estos, en mi opinión, se desempeñaron mejor que cualquiera de nuestros moderadores de debates presidenciales recientes porque lograron formular duras preguntas de seguimiento y se encargaron de todo el procedimiento muy eficazmente. Es más, los candidatos cedieron a ellos, lo que no siempre ha sido en nuestro caso.
Vale la pena anotar que Krauze reconoció, al principio, que el segundo debate representaba una lección aprendida de nosotros, en los Estados Unidos, no solo de colocar a los candidatos frente a cámaras de televisión, sino también de invitar a ciudadanos ordinarios a hacer preguntas a los candidatos. Esto fue muy bueno.
El debate expuso varias inquietudes que me llamaron la atención. Por ejemplo, el TLC (el Tratado de Libre Comercio) surgió como una de las preocupaciones mayores para los ciudadanos invitados al debate. La seguridad personal frente a la violencia del narcotráfico, especialmente en algunas ciudades fronterizas, recibió atención también. En mi opinión, los candidatos no reconocieron estas inquietudes suficientemente, y uno de ellos apenas lo mencionó.
Los cuatro candidatos reconocieron el papel vejatorio que Donald Trump ha desempeñado, y el desafío que representa para México. Tres de los candidatos se refirieron deliberadamente a su postura grosera antimexicana y uno de ellos incluso leyó un pasaje de una biografía de Trump que describe la costumbre de nuestro presidente de aplastar agresivamente a los que difieren con él.
Que el debate tuvo lugar en la ciudad de Tijuana me pareció una idea virtuosa debido a que los flujos migratorios hacia el norte inevitablemente llegan a ciudades fronterizas como Tijuana y por lo tanto se convierten en desafíos para los funcionarios y residentes locales.
Aquí están los cuatro candidatos
[Por favor, mexicanos, acuérdense que este escrito está dirigido a mis compatriotas norteamericanos que saben muy poco acerca de México.]
Aquí están los cuatro candidatos que participaron en el debate, seguidos por una evaluación que hago brevemente de cada uno, y un comentario rápido sobre su desempeño en el debate. Los presento según su ordenamiento en las encuestas nacionales.
Nota: Ninguno de los candidatos representa a una línea política establecida. Tres de ellos están respaldados por una coalición de partidos, y dos de ellos se postulan en contra de agrupaciones políticas en las cuales alguna vez militaron. Uno de los candidatos representa, en su coalición, a dos partidos que en los últimos veinte años estuvieron contrapuestos, enemigos, uno del otro. ¡Imagínense!
¿A qué se debe esta esta mezcolanza política? Se debe a que los partidos tradicionales de México (el PRI, el PAN y el PRD) han perdido una credibilidad considerable entre los votantes, por lo que obviamente los candidatos se sienten obligados a mezclar y combinar para poder seguir adelante con sus campañas Este menoscabo de credibilidad explica mucho el cinismo y el sarcasmo que mencioné anteriormente. Otra razón es la supervivencia de los partidos que les llaman paleros, como el PT, que solo ganan los votos suficientes para mantenerse a flote, por lo que consideran necesario vincularse a otros grupos políticos.
Es fácil concluir que los partidos tradicionales han sufrido una profunda desaprobación por parte de los mexicanos, y Enrique Peña Ñieto, el presidente saliente, no ayudó mucho en sanar esta situación.
Andrés Manuel López Obrador.
A los 65 años, AMLO, como se lo menciona en los medios, ha liderado el grupo de candidatos en esta elección. Es de Tabasco, uno de los estados más pobres en la unión, en gran parte agrario, y que nunca ha producido un candidato presidencial hasta ahora. Asistió a la universidad local y luego se trasladó a la UNAM donde lo critican porque tardó 14 años en completar su carrera.[2]
López Obrador cambió de partido varias veces. Recientemente creó su propia agrupación política, que viene siendo una super unión de una confederación de organizaciones conocida como MORENA, más al menos dos grupos políticos adicionales. La mayoría de los observadores lo describen como un izquierdista mexicano a la antigua que se escurre por doquier políticamente para mantenerse a flote. Y lo ha hecho bien. Esta elección de presidente será la tercera a la que se postula. Ha sido un empleado del gobierno o un funcionario electo casi toda su vida. Se desempeñó como gobernador de Tabasco y alcalde de la Ciudad de México y sus logros los reportan de ser ambiguos.
Su auge popular, creo, está relacionado directamente con el rechazo, por parte de los ciudadanos, de los líderes políticos de la nación y de sus partidos. Su mantra, “eliminaré la corrupción”, ha resonado ampliamente. Los mexicanos están hartos de los políticos que hacen promesas al principio y luego simplemente se recuestan, una vez en el cargo, para disfrutar de los altos salarios, los coches finos y otras primacías. La corrupción es su palabra clave, y AMLO la pronuncia cada vez que abre la boca, en un lenguaje impreciso y simple. He hablado con mexicanos que instintivamente confían en él y descartan su ambigüedad.
En el debate de Tijuana se negó a ser específico; confía en la ventaja que tiene a la mano. Todo lo que hizo fue repetir su promesa ambigua de acabar con la corrupción. Culpa a “la mafia política” repetidamente, personificada por sus competidores, Meade y Anaya. Las palabras “mafia política” también forman parte de su mantra. Se reporta que tampoco ha sido amistoso con los hombres de negocios.
Con la excepción de tener una personalidad más relajada, me recuerda demasiado a Donald Trump en su vaguedad y en hacerle promesas “al pueblo.” Muchos lo llaman populista; su alcaldía de la ciudad de México ciertamente fue eso. En mi opinión, los votantes mexicanos deberían retirarlo. No creo que sea bueno para México.
Ricardo Anaya Cortes.
A mediados de mayo ocupaba el segundo lugar en las encuestas, pero se encontraba bastante atrás de AMLO. Él es el más joven, a los 39 años, y lo veo como una nueva figura política que reclama Querétaro como su estado natal, gigante industrial que se encuentra justo al norte de la ciudad de México.
A diferencia de AMLO, que abandonó el PRI y el PRD hace años, Anaya se identifica con el PAN, el llamado partido “conservador,” más que nada, en el que desempeñó recientemente como su presidente. Reboza de las familias adineradas, orientadas hacia una educación universitaria, y con una mentalidad religiosa que afianzó al movimiento político-religioso que eventualmente se convirtió en el PAN. Anaya se destacó en la escuela, llegó a obtener un doctorado, ingresó al servicio gubernamental queretano y recibió mentoría de líderes influyentes del partido. En términos mexicanos, se podría decir que tiene origines brahmanes, y esto pueda ser una de las razones por las cuales AMLO no lo aguanta (el sentimiento parece mutuo). Sin embargo, Anaya ha sido un aprendiz rápido y muy trabajador, lo que lo ha conducido a la cima donde ahora se encuentra. Sus colegas lo consideran un niño genio.
Decidí que su papel en el debate fue el mejor porque insistió en ser específico en lo que haría con los temas asignados al debate si llegara a ser presidente. En términos relacionados, dijo, entre otras cosas, aumentaría el salario mínimo, otorgaría exenciones impositivas a los pobres, encontraría formas de detener la transferencia de armas a través de la frontera y buscaría maneras de reintegrar a los mexicanos deportados o revertidos a México, y así.
Desafortunadamente, la animadversión que mantiene con AMLO y viceversa, nubló la evaluación práctica que después le dieron los medios de comunicación; muchos reporteros se centraron en la crítica entre los dos, de ida y vuelta. No creo que su pérdida en esta elección disminuya su rol nacional.
José Antonio Meade Kuribreña.
Meade, de 49 años, es el candidato que enarbola la bandera del PRI en esta elección, el histórico “partido oficial” de México que gobernó durante más de 60 años. Esta es una nota curiosa porque este no ha sido un miembro bonificado del PRI. El PRI lo seleccionó en 2017 a pesar de su identidad independiente la que protegió por mucho tiempo. Por qué decidió el PRI buscar un candidato fuera de su propia perrera debería servir como un jugoso chismorreo político.
Según los informes, Meade, de origen irlandés y libanés, es lo más parecido a los polémicos “tecnócratas” de los 1980s, es decir, los profesionales tomados de sus empleos no políticos (generalmente un economista o un ingeniero) para hacer gobierno, a diferencia de los políticos de carrera. Nacido en el DF, Meade también podría describirse como un brahmán, como Anaya, por haber disfrutado de una educación destacada, ser hijo de padres profesionales adinerados y, sin duda, acostumbrado a los elegantes clubes de campo de la ciudad. Se le ve nomas al mirarlo.
Esto puede explicar en parte porque AMLO lo tacha a él también, además de Anaya, como perteneciente a la “mafia política”. (Pienso que la enemistad entre el candidato de Tabasco, y Anaya y Meade, me suena más como resentimiento de clase y raza, lo que bien podría ser, algo que no es inusual en México, especialmente cuando se consideran los antecedentes educativos.)
Al igual que Anaya, Meade también obtuvo un doctorado en el extranjero. ¡Pero lo obtuvo de Yale, una de nuestras universidades más elitistas! También ganó dos títulos profesionales de las universidades mexicanas más destacadas, la UNAM y el ITAM. ¡Vaya que tiene títulos de prestigio! Armado con estos diplomas, llegó directamente a la cima (fue Ministro de Presupuestos y Finanzas, por ejemplo). Así logró acceso a los más altos círculos gubernamentales donde trabajó tanto para el PAN como para el PRI. Ha sido presentado como el candidato menos partidista.
Su actuación en el segundo debate me pareció al mismo nivel que el de Ricardo Anaya. Estuvo a la altura de todos los temas discutidos, ofreciendo averiguaciones bien preparadas: combatir el tráfico de drogas y el contrabando de armas a través de la frontera entre México y los Estados Unidos con una fuerza fronteriza y aduanera organizada poderosamente, reconoció la existencia de la desigualdad económica en México y ofreció un programa de inversión urgente para los estados más pobres del sur, etc.
El PRI funciona como una ventaja para él y como una desventaja también. Representa un beneficio porque existe como el partido más poderoso en términos de experiencia, de gente capacitada y de recursos financieros. Es una desventaja porque está cargado con el equipaje moral más pesado. La nación puede culpar al PRI por la mayoría de sus males, junto con sus logros, por supuesto, pero la corrupción del gobierno, en general, y los errores increíbles, pasados y presentes, que se le achacan simplemente por estar en el poder, le quitan el poder. El gobierno saliente de Enrique Peña Ñieto ejemplifica esto muy bien: aprobó algunas reformas muy necesarias al comienzo de su mandato, pero comenzó a cojear con la desaparición de los 43 estudiantes en Guerrero. Su incapacidad para frenar a que los cárteles de la droga se asesinen los unos a los otros al aire libre también empeoró las cosas.
Jaime Heliodoro Rodríguez Calderón (“El Bronco”).
El apodo de Rodríguez básicamente lo dice todo. A los 60 años, es de mente independiente, impetuoso y franco, en una especie de vaquero mexicano, un verdadero ranchero. Es un norteño de Nuevo León como nosotros diríamos, del oeste. Hijo de ejidatarios y uno de diez niños, entiendo que un comerciante local lo descubrió y pagó por su universidad. Trabajó duro el muchacho, rompió moldes a izquierda y derecha, lo que llevó a sus compañeros de clase a apoyar becas para estudiantes pobres como él.
Ningún otro candidato presidencial en el siglo 20 se levanta de un fondo tan humilde como lo hace Rodríguez; AMLO puede acercarse. Claro que ninguno se acerca a Benito Juárez a mediados del siglo XIX que se elevó desde sus orígenes indígenas para convertirse en el presidente más famoso de México. He visto que AMLO le gusta compararse con Juárez.
Debido a que se sitúa sobre el camino hacia la frontera con Texas, Nuevo León fue invadido por cárteles de la droga alrededor del año 2012. Y cuando El Bronco se postuló a una alcaldía local, se reporta que fue duro con ellos por ser agresivos y asesinos. Los capos criminales tomaron represalias; lo querían muerto Se enfrentó a ellos y también contra los corrompidos políticos locales cuando compitió de gobernador como independiente. Y ganó; fue una hazaña verdaderamente excepcional; histórica para México. Contra todas las convenciones políticas mexicanas, pide la adopción de la pena capital, especialmente para los narcos, ¡y también cortarles las manos a los políticos corruptos!
Y, ahora, una vez más se postula para presidente como independiente. No cuenta con el apoyo ni el financiamiento de partido porque no tiene partido, fuera de los recursos que proporciona el INE. Acepta con valentía la desaprobación burlona de mucha gente, incluso de reporteros arrogantes en las principales cadenas de televisión, como Televisa.[3] Lo desprecian no solo por sus métodos contra la corrupción y el tráfico de drogas, sino también por su estilo, su discurso y sus modales. Entiendo que algunas de sus soluciones para atacar problemas sociales y económicos suenan ingenuas. Destila ser el hombre de la calle, sin lugar a duda, y él es el último en las encuestas también.
Su actuación en el debate no le ayudó. No aumentaron sus posibilidades de ganar seguidores a pesar de que reveló un conocimiento íntimo y una simpatía verdadera por la gente marginada de México. Pero, aun así, se paró en el debate como el hombre sobrante.